Inicio la presente columna haciendo un “Mea culpa”. En algún momento de mi vida, en mis años mozos me dio por escuchar corridos. Me parecía muy ingenioso que pusieran música a la historia contada de ciertos personajes. Con la obligación inmediata de entregar el presente escrito viene a mi mente el recuerdo de un corrido de los Tigres del norte, aquel de: “Pedro y Pablo eran hermanos y amigos inseparables”, contaba las vidas de dos hermanos, Pedro, novio de Leticia se fue a trabajar a EU y Pablo se queda estudiando con las remesas que su hermano enviaba.
Al regreso de Pedro, Pablo ya era licenciado y esposo de Leticia. La melodía termina diciendo: “No es que Pablo fuera malo, o que no supo apreciar el sacrificio de hermano, que Pedro supo brindar. De Leticia mejor ni hablo, ella si se portó mal”. Hasta ahí la cita.
Emilio y Marko no son precisamente el “déjà vu” de Pedro y Pablo, pero bien podrían ser la inspiración de un buen corrido. Dos personajes que en este momento están en boca de todos. Uno corrupto confeso, el otro iluso evidenciado. Sus nombres, Emilio Ricardo Lozoya Austin (ELA) en su momento incondicional de Lord Peña Nieto, y Marko Antonio Cortés Mendoza (MC), en su momento incondicional de Ricardo Anaya, quien le heredó el PAN para irse de candidato.
ELA tiene en el haber de su drama 70 denunciados a quienes no ha podido probar sus acusaciones y a quien el fiscal federal, Alejandro Gertz Manero, ya le perdió la paciencia y ya no está dispuesto a seguir poniendo por él su cara de baqueta frente a AMLO por alguien que simplemente no le cumple lo mínimo necesario para darle realce a la lucha contra la corrupción de la 4T. Por decirlo suave, Lozoya ha ridiculizado al fiscal “autónomo” con su refinado gusto por el pato Pekín, un exótico platillo al que muy pocos podemos acceder.
Después de más de un año de haber concretizado su extradición de España, el señorito que siendo director de Pemex se trasladaba en la ciudad de México en helicóptero de un edificio a otro con no más de dos kilómetros de distancia, quien luego de cinco prórrogas judiciales ha terminado donde tenía que estar desde el principio: tras las rejas.
El colmo de este drama, digno de Netflix, es que aún con brazalete el fifí criminal confeso, Emilio Lozoya, se daba la gran vida sin pudor y con sobrado cinismo. Tan fácil que es hoy en día, con Uber o con Didi, pedir el platillo que sea para comerlo en el patio de nuestras casas en compañía de quien nosotros queramos, pero no en el restaurante Hunan sede Reforma; en donde sirven comida china y los platillos van de los 622 a los mil 036 pesos.
Querido y dilecto lector, en plena 4T es más que vergonzosa y de pena la imagen de Lozoya departiendo en un restaurante exclusivo de Las Lomas, porque es un personaje acusado de corrupción, que ha aceptado que formó parte de esa red de los gobiernos neoliberales, los archienemigos de AMLO, y se da esa clase de vida; perdónenme lo coloquial de la expresión, le dio una patada en los bajos a un león enojado y está pagando las consecuencias.
En este corrido musical de Lozoya me queda una duda. ¿Dónde están las neuronas, la prudencia y la inteligencia de quien fungió como director de la principal paraestatal de nuestro país? ¿Cómo tomaba las decisiones en aquel entonces? Quizá fue con Emilio con quien EPN inició la forma de contratar para puestos importantes de gobierno, 90% lealtad y 10% capacidad. Con este botón judicial de muestra, queda evidenciado que la materia gris brilla por su ausencia y que el IQ está al ras del suelo.
El caso de Marko Cortés, presidente nacional del PAN me deja atónito. Se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en el William Wallace moderno. Personaje de la historia de Escocia, que siempre pretendió independizar su tierra del poderío inglés y jamás pudo; su constante en estos intentos siempre fue la derrota. Sin embargo él decía: “Hay batallas que quizá sospechemos que terminen en derrota, a pesar de ello hay que hacerlas”.
Decir frente a panistas en Aguascalientes, tierra de Martin Orozco, gobernador blanquiazul con quien no se lleva muy bien, en época de elección partidista, con supuestos amigos, que el horizonte que se ve es que de 6 gubernaturas solo ve posibilidades en una. Craso error. Es mencionar la soga en la casa del ahorcado.
Las huestes del Truco Verástegui se movieron ipso facto en el estado para evitar el virus que sembró su propio presidente nacional, el desánimo. ¿Para qué tanta convocatoria, si ya dijo nuestro presidente del partido que vamos a perder?
“No es que Marko fuera malo, o que no supo apreciar el sacrificio de hermano, que el Truco supo brindar. De Emilio mejor ni hablo, Ese si se portó mal”.
El tiempo hablará.