Quienes piensan que el domingo cinco de junio solo estará en juego la gubernatura de Tamaulipas, habrá que decirles que están totalmente equivocados.
Por el contrario, la persona que resulte electa, será la encargada de implementar una estrategia de seguridad, que por lo menos permita a la población, como hasta ahora, transitar de un lugar a otro por las carreteras de la entidad.
Y es que, si algo se le debe reconocer a este gobierno, es precisamente la seguridad que impera en las principales carreteras de la entidad, sin dejar de reconocer el clima hostil que se vive en municipios como Reynosa, esporádicamente en Nuevo Laredo y Matamoros, sin dejar de lado los de la frontera chica.
El Estado no puede quedar en manos de un gobernante improvisado y menos, de alguien que quiera resolver el problema de la delincuencia organizada con una política de abrazos y no balazos.
Esa estrategia se ha visto en los últimos tres años en el Gobierno de la República y la realidad de las cosas, es que no ha funcionado. Por el contrario ha ido en aumento, alcanzando a sectores que se consideraban exentos de todo tipo de violencia.
A la administración estatal le quedan escasos siete meses, considerados como los de mayor reto, porque el objetivo primordial, será dejar un Estado tranquilo en materia de seguridad pública.
En estos siete meses, los grupos delincuenciales van a tratar de desestabilizar algunos municipios, sobre todo los de mayor densidad poblacional, buscando ingresar para establecer condiciones.
De hecho, en algunos municipios lo han pretendido sin resultado, producto de la estrategia de seguridad implementada por el Estado, coordinados con instituciones de la federación como la Guardia Nacional, Sedena, Marina y otras.
Bien o mal, en la mayor parte del Estado la población puede realizar sus actividades de una manera segura y viajar de un municipio a otro, bajo la observancia de elementos de la Policía Estatal, Auxilio Carretero y Ángeles Azules.
De una u otra forma, la estrategia ha dado resultados, posiblemente no los que se quisieran, pero comparativamente con la política de abrazos, no balazos, con lo que se vivió de 2010 hasta el 2016, se tiene que reconocer lo poco o mucho que se ha avanzado. Ya depende de la evaluación y criterio de cada quien, sin apasionamientos de ninguna índole.
La violencia, los grupos delincuenciales, la inseguridad y otros delitos, posiblemente no van a terminar nunca, pero por lo menos, se debe tener bajo control.
La persona que se elija en la elección de gobernador, el cinco de junio, como mínimo tendrá que conocer de estrategia, no debe temblarle la mano y ser firme en las decisiones a tomar.
Un improvisado en la gubernatura, regresaría al Estado al clima de inseguridad y violencia que se vivió hasta antes del 2016 y eso, a nadie conviene. En fin.
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