Unos se irán y otros llegarán

Al final las obras quedan, las gentes se van, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual. Julio José Iglesias de la Cueva.

Más allá de las arengas frente a la masa electoral, que no busca propuestas sino la pachanga misma y al final quizá elija aquella opción que en campaña se mostró más raza y le hizo olvidar por un momento la terca realidad que los apabulla; estaremos expectantes para observar el efecto en las campañas de los dos acontecimientos dominicales en semana santa, la revocación de mandato y el rechazo a la reforma electoral.

El epíteto de “traidores a la patria” que hacen los oficialistas a la oposición es un nítido grito de guerra electoral, que sólo a posteriori podremos ver sus resultados. Mario Delgado asume que con esta campaña que intenta desprestigiar a los partidos opuestos, PAN, PRI y PRD, al final le rendirá dividendos, y en el lado opuesto los partidos mencionados asumen que haber votado en contra de la reforma eléctrica será precisamente a ellos a quienes beneficie. Los dados están echados.

Por otro lado, en Tamaulipas vemos inquietos a los tres participantes por esa visión colosal que les da a los tres la posibilidad de ser gobernador, y a la vez frágil por hasta ahora ser solo precisamente candidatos.

Hoy que los veo sin el poder que únicamente uno de los tres tendrá, muchas cosas bailan en mi cabeza y una de tantas es la humanidad y la humildad que su esencia de candidatos les obliga. Algo tiene el poder que como ciudadanos, con base en la experiencia de otros que han sido gobernadores, debemos asumir que van a cambiar, y por lo tanto es ahora que son candidatos que debemos lograr de ellos el máximo de compromisos posibles.

La historia no me dejará mentir. Conozco de un caso en el que un candidato aquí en Tamaulipas se comprometió en campaña a otorgar ciertos beneficios a una comunidad. Al final de su respectivo sexenio y ya cuando existía incluso su relevo, gobernador electo, estando aún en funciones, alguien que estuvo presente cuando prometió lo que no dio fue y le dijo: “Solo vengo a recordarle que usted no cumplió”.

El aún gobernador un tanto contrariado, porque ya se la había olvidado su propia promesa, ordenó que se le diera a la persona una cierta cantidad de dinero como aspirina existencial para calmarla, a lo que con mucha dignidad le replicó “No, si no vengo por dinero” y le volvió a repetir “Solo a decirle en su cara que no nos cumplió”

El gobernador saliente preguntó:

-¿Pues a que me comprometí?

Se le dio detalles y entonces su memoria se iluminó y recordó lo olvidado en todo el sexenio. A doce días de terminar honró su palabra y entregó lo acordado casi seis años atrás. Que esta lección quede para beneficio del presente. Los compromisos electorales se apuntan porque existe la pequeña posibilidad de ser olvidados. Y si remotamente se olvidan hay que tener el valor de ir a recordarles.

Hoy esperamos de quien llegue a la gubernatura que el hambre de poder no se despierte, intolerable, atroz. Que nos eviten la pena de vivir la versión tamaulipeca de los Moreira, que también nos eviten la vulgaridad política de que una vez en el poder solo ciertos miembros de su familia son los más idóneos para puestos de suma relevancia, como lo puede ser una senaduría. Sean serios y profesionales por favor, pues hay personas y personajes en montón, a la espera de hacer política y no politiquería familiar.

Querido y dilecto lector si no maduramos como ciudadanos los políticos nos seguirán tratando como orates y nos seguirán suministrando sus dosis rebuscadas y razonadas de nepotismo inútil y ellos lo seguirán llamando: “El orgullo de mi nepotismo”.

El próximo domingo es el primer debate, estaremos al pendiente para ver cómo se conducen los tres. Por otro lado, faltan 45 días para la elección. ¿Usted ya sabe por quién votará? ¡Vote!

El tiempo hablará.

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