Hay historias cercanas que atrapan la atención y son inspiradoras; surgen como aristas de otros relatos ya conocidos, que acercándoles la lupa del juicio histórico podemos derivar de ellas acciones y hechos que nos hacen ver el subjuntivo de lo sucedido y valorar que los hechos hayan sucedido como entonces sucedieron y no de otra forma que nos hubiera cambiado totalmente la dinámica del presente.
Para adentrarnos en la biografía del arquitecto Manuel Robledo Treviño, creador de “La Calzada de las siete palabras” en Matamoros, donde se proyecta el Cristo resucitado más grande del mundo, es importante conocer unas referencias de la historia de su familia antes de que él naciera.
El 7 de mayo de 1920, el presidente Venustiano Carranza abandonó la Ciudad de México rumbo a Veracruz en el tren presidencial conocido como “El Dorado”, el cual fue atacado en Puebla y por esta razón es obligado a seguir su camino a caballo; con su comitiva se interna en la sierra hasta llegar al pueblo de Tlascalantongo, en donde se detuvo, y hasta donde era seguido por las fuerzas militares leales a Álvaro Obregón.
El perseguido presidente era escoltado y protegido por un grupo de jóvenes cadetes, “La Legión Venustiano Carranza”, que más tenían de emotividad que de experiencia y eso lo sabía muy bien el presidente Carranza. Es importante mencionar que a sus veinte años formaba parte de ese cuerpo de seguridad del presidente de la República el joven cadete regiomontano Manuel Robledo Rojas.
Fue testigo presencial de uno de los hechos más dramáticos de la historia de México y así lo contaba a su hijo el hoy arquitecto Manuel Robledo. Su padre que a temprana edad ya intervenía como actor de reparto en el fragor de las acciones y emociones de los protagonistas principales de la Revolución Mexicana, le tocó estar muy cerca esa fatídica noche del 21 de mayo de 1920 con el defenestrado presidente Carranza, quien ya había vislumbrado en el horizonte de la sierra poblana en Tlascalantongo y en medio de la densa y fría obscuridad a los emisarios de los sonorenses Obregón y Calles; militares con mucha más experiencia que los jóvenes cadetes que lo cuidaban.
Podemos deducir que el corazón de Venustiano Carranza, en esencia, era propenso a la bondad, pues al ver que sus perseguidores venían sustancialmente mejor armados que sus cadetes, en una subrepticia decisión que hizo sin consultar a nadie para no exponer a los muchachos del Colegio Militar a una muerte segura los corrió diciéndoles:
- Váyanse todos, yo estaré bien aquí en la hacienda.
El cadete Manuel Robledo Rojas en la impetuosidad de su juventud y de su alma buena, cumpliendo su deber de proteger a Carranza habló a nombre de sus compañeros:
- ¿Cómo va a estar bien presidente? Si estamos viendo que lo están rodeando
- ¡Váyanse! Respondió lacónica e imperativamente Don Venustiano, acariciando su abundante barba blanca y con la mirada puesta en el horizonte infinito en una actitud de resignación.
El joven regiomontano Robledo, padre de nuestro querido arquitecto, volvió a replicar diciendo:
-No podemos hacer eso Don Venustiano.
Y con una actitud determinante para poner fin a la disputa afectuosa en la que se “discutía” si se quedaban o no a morir por el presidente, éste les respondió tronando sus dedos:
-Si no se van les voy a hacer un consejo de guerra y los voy a mandar fusilar a todos, se largan o se largan.
El cadete Robledo y todos sus compañeros tomaron sus pertenencias y se retiraron del jacal donde estaba el presidente y apenas se habían retirado un kilómetro cuando se escuchó una estruendosa balacera y justo en ese momento se dieron dos cosas: primero el triunfo de la rebelión de Agua Prieta con la que los ganones fueron los ya mencionados militares sonorenses Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, y segundo, se salvó un hecho futuro, el nacimiento del Arquitecto Manuel Robledo Treviño el 12 de junio de 1948, el matamorense a quienes sus padres lo nacieron en Monterrey y quien aún conserva la cruz de hierro de su ancestro por haber sido parte de quienes cuidaron al presidente Venustiano Carranza.
Querido y dilecto lector, el peso de esta histórica coincidencia es indiscutible y hay que atribuirle una cierta trascendencia para la vida de la familia Robledo ante la luz deslumbrante de la fascinante gloria militar del padre, un hombre cuya imponente presencia era su rúbrica existencial.
Debo mencionar otra referencia histórica de la familia Robledo en Rusia, antes del nacimiento de nuestro personaje, igual de seductora y que innegablemente le da lustre y empaque a la esencia familiar. Eso será en la segunda parte.
El tiempo hablará.