Los que gobiernan ínsulas, por lo menos han de saber gramática. Miguel de Cervantes.
En uno de mis tantos cafés con mis amigos, mi compadre Abel, espléndido fotógrafo, comentó que está leyendo un libro titulado “La sociedad de la ignorancia” cuya hipótesis supone que vivimos en una época de flojera mental y que debido a eso hoy en día es más fácil para los ignorantes tener éxito. Somos capaces de almacenar información pero no tanto a la hora de discurrir y desarrollar nuestro pensamiento crítico. El tiempo actual se presta más a digerir sin analizar cualquier tipo de información que aterrice en nuestra cabeza. Creemos que eso es conocimiento. En otra ocasión abordaré más a detalle tal señalamiento.
En ese tenor me vino a la cabeza que el INE y el IETAM ponen mucho énfasis en la equidad de género en una forma que a algunas personas puede parecerles desesperante. Hacer énfasis puntualizado en aquello de “Las y los electores” “Consejeras y consejeros” “Ciudadanas y ciudadanos” puede parecer una obviedad pero son situaciones que marcan los tiempos y para no caer en lo políticamente incorrecto hay que respetar dichas expresiones. Solo que esto no debe llevarse a un grado de idealismo que viole las reglas gramaticales.
En una de las tantas sesiones del IETAM del cual soy consejero ciudadano del distrito doce se abordó tangencialmente el punto de si en esa inercia de lo políticamente correcto en lo referente a la equidad de género puede hacerse esa expresión diferenciada de “presidente y presidenta”. Las reglas gramaticales son muy precisas y para ellas no existe lo políticamente correcto o incorrecto.
Influenciado por una de las mejores escritoras mexicanas en la actualidad, Ángeles Mastretta, con una vocación irrefutable por las letras, quien me cautivó con dos de sus novelas: “Mal de amores” y “Arráncame la vida” por su forma tan fresca y coloquial para plasmar en sus escritos la logística y la rutina de la vida misma en lo referente a las relaciones interpersonales. De ella aprendí que en nuestro fascinante y complicado idioma español existen los participios activos como derivados verbales.
De tal forma que el participio activo del verbo atacar, es atacante. El de sufrir, es sufriente. El de cantar, es cantante. El de existir, existente. Y ya enrolados en estas afirmaciones es factible preguntarse ¿Cuál es el participio activo del verbo ser? El participio activo del verbo ser, es “el ente”. Y es justamente aquí donde viene la cascada de aclaraciones para todos aquellos idealistas exacerbados con aquello de la equidad de género aterrizado en los entes que presiden, sea hombre o mujer.
Mi querido y dilecto lector, la cautivadora escritora Mastretta, fascinante mujer de ojos grandes afirma que el que es, es el ente. Tiene entidad. Esto es fundamental para no caer en el error. Por ese motivo, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega al final “ente”.
Por lo tanto, la persona que preside, ea mujer o sea hombre se le dice presidente, no presidenta, sin que dependa del género que tenga, femenino o masculino. Cabe mencionar que se dice capilla ardiente, no ardienta. También se dice estudiante, no estudianta. Mi hija Monserrat es una adolescente, no adolescenta. Mi amigos los médicos dicen que se dice paciente, no pacienta. Y mi amigo Miguel Guerra, cuando alude a sus clientes femeninas que le rentan dice que sus contratos pone comerciante, no comercianta.
El punto es que cada vez que escucho que alguien dice el término “presidenta” me retumba en la cabeza y no puedo evitar intentar mencionar las reglas gramaticales al respecto. Quienes usan el término presidenta no sólo hace un mal uso del lenguaje por motivos ideológicos, sino por ignorancia de la gramática de la bendita y a veces vilipendiada lengua española.
Ángeles Mastretta juega con este error gramatical escribiendo un párrafo que podemos calificar de barbarismo idiomático. Un ejemplo de este mal uso diría así: La pacienta era una estudianta adolescenta sufrienta, representanta e integranta independienta de las cantantas y también atacanta, y la velaron en la capilla ardienta existenta.
Creo definitivamente que tras leer estas afirmaciones de la escritora mexicana, ahora sí me suena tremendamente pésimo la palabra Presidenta. Y en el mismo afán irracional de justicia de género podemos caer en alargar una sentencia fácil como: El perro es el mejor amigo del hombre y convertirla en algo que puede ser así: El perro y la perra, son los y las mejores y mejoras amigos y amigas, del hombre y de la mujer.
No puedo olvidar la estulticia en su momento del expresidente Vicente Fox cuando inició en su sexenio el endiosamiento de estas expresiones “políticamente correctas”, proyectando un esnobismo exasperante con esas aclaraciones absurdas de “los ciudadanos y las ciudadanas”. En eso si comparto la afirmación de AMLO de que, gramaticalmente mucho de lo neoliberal está mal.
El tiempo hablará.