La fama y el fracaso son dos impostores. Jorge Luis Borges.
Al estar presente como maestro de ceremonias en la culminación de estudios de los internos médicos de pregrado del IMSS en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas a cargo de la Coordinación de Educación e Investigación en Salud del Hospital General de Zona 13 “Dr. Norberto Treviño Zapata” tuve una especie de teofanía gracias a los recién graduados y a las palabras de los médicos que estuvieron en la Mesa de honor.
Entre ellos fueron el Dr. Jorge Rodríguez Mireles, el Dr. Francisco Hernández Rodríguez, el Dr. Guillermo Hernández Gracia, el Dr. Héctor Javier Martínez Guerra, quien fungió como padrino de la generación, y el Dr. Guillermo Chávez Mijares, quien fue hasta el viernes pasado el director de enseñanza del susodicho Hospital mencionado.
Entendí que el proceso de enseñanza nunca es una mera transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas, sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad.
Instigado por este evento me invaden los cuestionamientos de siempre al respecto de lo que es la educación. ¿Es la educación objetiva o es subjetiva? Hay un poeta de nombre José Bergamín que al respecto decía: “Si yo fuera un objeto, seria objetivo; como soy un sujeto, soy subjetivo”.
Fernando Savater responde que la educación es tarea de sujetos y su meta es formar sujetos, no objetos ni mecanismos de precisión, de ahí que venga sellada por un fuerte componente histórico subjetivo, tanto en quien la imparte como en quien la recibe.
Ayer mismo se enfatizó a los flamantes médicos que para que haya aprendizaje perfecto, debe haber voluntad en dos sentidos: Voluntad de aprender y voluntad de enseñar; si solo se da una de ellas el proceso seria incompleto.
En estos médicos recién graduados, como neófitos o como discípulos, la educación tiene como objetivo completar su humanidad; y esa humanidad no puede realizarse con doctores en abstracto, ni mucho menos de modo totalmente genérico.
Esto significa que ellos atenderán pacientes que son seres humanos, y aún más, atenderán ciudadanos de Matamoros. No queremos que la salud de los que aquí residimos quede en manos de personas con certificado pero sin conocimiento.
Tan importante es el conocimiento como el certificado. Mi padre contaba una amena anécdota de un tipo que se dedicaba a la abogacía sin título universitario alguno. Este tipo era objeto de burlas de un egresado sin escrúpulos ni conocimiento, de esos que se la ingenian para tener el título pero que desde lejos se le nota su ignorancia en el detalle de su profesión. El recién egresado se burlaba diciéndole: “Adiós abogado sin título” a lo que el interfecto ingeniosamente le respondía: “Adiós título sin abogado”. Los egresados de ayer son médicos con título y detrás de sus títulos hay personas sensibles a quienes podemos llamar médicos.
El evento fue de inspiración existencial para mí, al ver a los egresados frente a quienes bien podríamos llamar sus maestros y quienes les recordaron que ellos están en un nivel de conocimiento y aprendizaje en que la esencia autodidacta es vital. Es decir, nadie tiene que andar detrás de ti para que asumas tus responsabilidades. Si el camino que te toco es de autopista, aprovéchalo y si es de terracería no renuncien a seguir adelante.
El Dr. Hernández Gracia les reitero la importancia del estudio por competencias y de los méritos en la educación médica y en la vida. Cito a como Jorge Luis Borges ironizaba la mediocridad al decir que hay ambientes en los que no importan demasiado los rasgos individuales, en donde lo importante es vivir en tal colonia, pertenecer a tal familia, tener tal apellido; es decir no se juzga a la gente por su talento o por su inteligencia. El extraordinario sabio argentino Borges remataba diciendo que, sin eufemismos podríamos decir que este estilo de vida es una forma avanzada de la estupidez y de la fatuidad. Borges, lo mismo se reía de lo que él mismo pensaba del mundo, así como de lo que el mundo pensaba.
Hoy quiero hacer un especial reconocimiento a los jóvenes médicos egresados que aman su vocación. Están en una etapa en la que les sobraran los mil consejos de vida de quienes les aman y les quieren bien. Aplaudo, con mis dos manos, como diría Catón, la labor callada y abnegada de los padres que simplemente apoyan por amor, por ver en sus hijos un producto humano académicamente terminado que dignifique a la comunidad matamorense.
Entendiendo que el hijo que la educación debe plasmar en nuestra vida, no es el hijo tal como la naturaleza nos lo dio, sino tal como la sociedad quiere que sea y requiere para ser una mejor comunidad.
Me complació decirles doctores y doctoras a los nuevos galenos. A seguir aprendiendo sin pudor.
El tiempo hablará.