Quiero escribir con una apasionada elocuencia mis razones al respecto del error garrafal cometido por el ex director de una oficina del gobierno federal poco conocida hasta antes de todo este saltimbanqui y de nombre poco práctico por ser muy largo, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Pedro Salmerón, quien no es muy conocido en nuestra región y de quien se dice que es un gran investigador e historiador, calificación que no tengo porque dudar pero que fue blanco de muchas críticas por una razon que tú ya has de conocer en forma sobrada estimado lector.
Sin embargo creo importante retomar el tema por la trascendencia que tienen las ideas que caen en la mente siempre febril y fértil de nuestros jóvenes; y al meditar a este respecto espero que las ideas y conclusiones que puedan fluir iluminen los múltiples abismos del alma, que los débiles mortales como tú, como yo, y de la casi universalidad de los hombres tenemos como parte de nuestro repertorio de rasgos humanos.
Concluyo que cuando solo defiendo mis ideas soy plenamente egoísta; pero cuando defiendo a la comunidad de la cual formo parte, luego entonces del egoísmo del hombre que padezco, paso a la compasión del hombre que medita.
En ese tenor, siempre he querido que la mente de nuestros jóvenes (tus hijos y los míos) se desarrollen a plenitud y que su cerebro adquiera ideas, debo decir, buenas ideas y no solo ideas en abstracto; de no ser así, prefiero que dichas ideas que pueden afectar a tus hijos y los míos, perdón por ser reiterativo, no toquen su memoria y se pierdan en el negro océano del olvido.
La idea que Pedro Salmerón, con toda su indudable inteligencia, lanzo a la palestra mental de nuestro país fue afirmar que los terroristas, asesinos y secuestradores que mataron en los 70s a Don Eugenio Garza Sada eran “jóvenes valientes”. Un adjetivo muy peligroso si es que, esta afirmación logra caer en tierra fértil en el razonamiento aun inmaduro y efervescente de nuestros jóvenes.
Me toco estar esta semana en una amena plática con algunos regiomontanos muy representativos, tales como Felipe Zambrano Báez, ex alcalde de San Pedro Garza García y José Guillermo Alfonso Garza, cuñado de Don Eugenio Garza Sada entre otras personalidades.
La amena e ilustrativa plática se llevó a cabo en un café Starbucks ubicado en la calzada del Valle, adaptada los domingos como espacio para que las familias puedan correr y caminar. Hasta ahí llegué con otro matamorense, Miguel Guerra, de quien debo decir que nuestras diferencias nos acercan más, pero nuestra única coincidencia, que es acercarnos a las personas con experiencia para ser beneficiarios de su densa y abundante sapiencia, fue lo que nos llevó hasta este lugar y momento, con estas personalidades, quienes no tuvieron el menor de los empachos de compartirnos sus experiencias de vida.
El tema de los “Jóvenes valientes” salió a la plática y su primera reacción fue una serie de denuestos verbales ofensivos para el tal Pedro Salmerón. Creo que no fue solo una ofensa para el empresariado mexicano, ni solo para quien se aplique el gentilicio de regiomontano, fue más bien una ofensa para el sentido común del ciudadano común.
Salmerón pretendió justificar su afirmación apelando a la libre expresión de las ideas y que el término “valiente” no era un adjetivo para enaltecer. Tan simple como irnos a husmear a la Real Academia de la Lengua Española para definir el tamaño del error y ubicar los escritos del aludido historiador como una absurda apología del crimen más que como una referencia histórica.
El termino Valentía implica varias connotaciones, una de ellas es cualidad de valiente, la otra es más amplia en su definición, Hecho o hazaña heroica ejecutada con valor.
Pretender hacer heroica una acción por demás cobarde es tratar de llevarnos a la órbita del mundo al revés. Por donde se le busque, no puede ser heroico tratar de secuestrar y mucho menos arrebatar la vida a nadie, menos a un hombre con el perfil de Don Eugenio Garza Sada, creador del sistema educativo que hoy es el Tecnológico de Monterrey y de todas las empresas cobijadas por FEMSA que transforman vidas en forma positiva brindando trabajo a muchas personas.
Ofende la inteligencia la sola intención de proponer un espacio de aplauso a quienes le quitaron la vida a este insigne regiomontano que dio dos riquezas a la gente de Monterrey de la cual carecen muchos: el trabajo que les hace libres y la educación que les hace dignos.
Querido y dilecto lector, es de suma importancia que aclaremos a nuestros jóvenes que existe en la sociedad lo que podemos llamar la gran caverna del mal, y existirá hasta el día en que la ignorancia sea destruida, pues la ignorancia mezclada con la pasta humana la ennegrece. Esta negrura se apodera del interior del hombre, y se convierte allí en el mal. Secuestrar y asesinar nunca será de valientes.
El tiempo hablará.