El nepotismo tiene que ver con la preferencia de familiares sobre cualquier otro personaje o tema en donde la voluntad del que escoge prefiere siempre a quien es su pariente. Todos en mayor o menor medida tenemos un nepotista que nos habita. En lo personal debo aclarar que jamás he luchado en mi fuero interno cuando esta tendencia me aborda.
Como en su momento lo dijo Alfonso Reyes, la familia es el piso firme de cada uno, y si bien a veces es mejor de lejos que de cerca, cuando las circunstancias toman cierto matiz, invariablemente lo que queremos es que siempre este bien. Que no la toquen ni con el pétalo de una flor, ni con la hoja de un citatorio judicial, ni mucho menos verla afectada en su salud.
Esta semana es la más mexicana del año, debería abordar el tema que aluda al nacionalismo que nos invade en esta época, pero haré una soberana excepción y un majestuoso hecho nepotista. Aunque citar al expresidente José López Portillo no es precisamente un acto de suprema intelectualidad como ésta semana lo hizo mi entrañable amigo Ernesto Parga, al citar a Jorge Luis Borges; yo debo decir que quien fue presidente de México en algún momento aludió a su hijo José Ramón para justificar el haberle otorgado un alto puesto federal dentro de su administración, más que por cualquier talento que tuviera, simplemente porque era el orgullo de su nepotismo.
Desde aquel momento, en los lejanos setentas, que leí esa frase, me enamore de ella. Uno como escritor se enamora de las palabras o las frases, como se puede enamorar de una mujer que lo atrape con su belleza, su inteligencia o su mirada. Ahí estaba esa frase que expresaba la entrañable preferencia por una persona de la misma sangre. Consecuencia a veces inefable del amor incondicional entre familiares.
Esta pandemia nos ubicó como familia en una situación impredecible pero delicada. El Covid 19 o Sars Cov 2; como es su costumbre entró en nuestro piso firme sin ser invitado, como una emboscada sospechosa que nos puso frente a un destino incierto y afectó y postró la salud del más fuerte de mis hermanos, Guillermo Alfonso; un hombre que, perdón que lo diga, resulto ser inteligente, con sensibilidad y buena educación, pero sobre todo con un sentido del humor a su tiempo y en su lugar.
Él es el orgullo de mi nepotismo, quien me hace ver que hay padecimientos que no son precisamente de quien los tiene, sino de quien las sufre.
Pude haber titulado la presente de muchas otras formas, pues esta vivencia nos sensibiliza sustancialmente y nos pone como familia en el mismo lugar que las miles de familias en el mundo que han tenido esta experiencia, y que como consecuencia natural propicia la unidad familiar y nos permite experimentar con un alto grado de generosidad la manifestación de amor al familiar postrado.
Tener a un familiar hospitalizado por estas razones nos ha puesto en un punto de nostalgia que nos hace incursionar en los recuerdos que nos vinculan al ser amado que hoy esta frágil en su salud. La generosa animosidad de la gente que conoce a mi hermano y que se manifiesta por medio de sus oraciones y buenos deseos es una medicina intangible pero muy potente.
Saber que la vida de mi hermano Guillermo le incumbe a la gente que ha tocado y que no permanezcan indiferentes ante su actual situación es altamente motivante. Todas esas muestras nos permiten valorar las relaciones y alejarlas del óxido de la rutina.
Querido y dilecto lector, una vivencia así nos ha permitido eliminar todas las acciones y palabras inútiles, también los hechos superfluos hasta dejarnos en la pura esencia. Ese es el resultado de que la vida te arrime a un precipicio existencial y te afine la vista para aprender a ver lo que realmente vale la pena.
La espera en estos días se transforma en contemplación de las más pequeñas muestras de cariño y de vida. Amas más y todo lo perdonas. Una expresión de afecto cobra una dimensión estratosférica por la hipersensibilidad a la que te lleva poder asumir en forma por demás contundente la fragilidad que nos conforma y más aún al ver la ilusoria postura de que todos nos creemos más fuertes de lo que en realidad somos.
La situación de espera de un hermano en cuidados intensivos abona mucho a las buenas intenciones que todo ser humano debiera siempre tener. Aspiras la bondad con las ansias de vida con que los asmáticos se beben el aire y haces invariablemente una selección de lo que en realidad vale la pena y de lo que solo es paja en tu vida.
Espero la pronta recuperación de mi hermano Guillermo para retomar los pendientes que hemos dejado, escribir ese libro tan comentado, meter más goles juntos, y perdonarnos todas nuestras imperfecciones. Te amo Yemo.
El tiempo hablará.