Llegó ya el penúltimo día de Donald Trump con su séquito de situaciones a nivel internacional, que nos involucran a los ciudadanos de la frontera. Comprobamos, no sin cierto fastidio, que parece que las cosas no van a cambiar mucho en eso de los migrantes atorados en nuestra ciudad. No es que no valoremos la parte humanitaria de su estancia, pero no me gusta mucho la expectativa que se genera para nuestra ciudad cuando nos enteramos que otra cantidad importante de ciudadanos centroamericanos viene en camino, o al menos intentando hacer el desplazamiento que los ponga a un paso de aterrizar en EUA. Es decir, en cualquier ciudad fronteriza, incluyendo la nuestra.
No olvidemos que esto comenzó porque la irrupción masiva de migrantes, en la frontera de nuestro vecino país del norte, causó la irritación del presidente Donald Trump, que hoy, con el próximo arribo de Joe Biden a la presidencia de los EUA, parece que las condiciones en nuestra ciudad van a cambiar, aunque no estoy seguro del todo.
Pareciera un cuento de nunca acabar y que la vida antes de que Donald Trump nos convirtiera, más a fuerza que de ganas, en tercer país seguro, está muy lejana. No es que quiera proyectar poca o nula colaboración humanitaria con los inmigrantes, lo que anhelo como ciudadano fronterizo es que ese problema, que nos afecta directamente en la cotidianidad de nuestras vidas, se resuelva de una vez y para siempre.
Es importante señalar que tanto las autoridades mexicanas como las americanas saben que nuestro país no tiene la capacidad, ni la estructura, para dar asilo a todos los migrantes centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos. Aquí en Matamoros debemos hacer milagros, para en ese sentido, flotar en un nivel decente.
No podemos olvidar que el presidente AMLO tuvo que aceptar, sin reconocerlo como tal, que Matamoros fuera asignado, entre otras ciudades, como tercer país seguro para estos migrantes, debido a que Donald Trump amenazó con imponer aranceles a México, que finalmente no aplicó tras alcanzar un acuerdo migratorio con calzador, o sea, muy ajustado con nuestro país.
Con el pacto hubo otras acciones que se hicieron lejos de nuestra ciudad, como fue el hecho que México se comprometió a enviar miles de miembros de la Guardia Nacional a la frontera con Guatemala, algo que empezó a suceder en junio del 2019.
Además, en virtud de ese acuerdo ventajoso para Trump, EU envió a México a miles de migrantes -de entrada más de 8.000- bajo el programa «Quédate en México», en el que los solicitantes de asilo debieron permanecer en suelo mexicano, particularmente en Matamoros y Reynosa, hasta que se resolviera su situación.
Lo más lamentable, y conocido por todos, han sido las condiciones en que estas pobres personas han tenido que cohabitar a las orillas del río Bravo, con la anuencia del ahora casi ex presidente Trump, en condiciones infrahumanas. Centroamericanos que les ha tocado vivir situaciones trágicas y lamentables en su país y que la más penosa situación de vida aquí es mucho mejor que retornar.
Se saben vejados por las políticas racistas del presidente que está a punto de irse, pero su conocimiento del mundo les indica cuánto se sufre en esta vida y cuántas peripecias es preciso soportar antes de alcanzar un final feliz. Ya una vez en los campamentos fronterizos, su vida está hecha de rutinas encadenadas sin variantes.
A este drama hay que agregar que en su momento, el gobierno mexicano anunció, para calmar los ánimos del energúmeno habitante de la Casa Blanca, la detención de líderes de caravanas migrantes y el bloqueo de cuentas de presuntos traficantes de indocumentados, para satisfacer al Nerón moderno.
Querido y dilecto lector, he mencionado estos retazos de la historia contemporánea de los migrantes centroamericanos, que nos ha salpicado a nosotros aquí en Matamoros, pues hace un año tuvimos la oportunidad de llevar a cabo algunas entrevistas con mi productor Miguel Trejo y el periodista Jorge Pérez en las mismas entrañas de los campamentos, en los cuales pudimos calibrar de primera intensión el ánimo de estas personas que no pidieron venir a nuestra amada ciudad fronteriza.
Mi recuerdo de ellos, producto de esas entrevistas, era que charlaban en forma prudente pero siempre desconfiada. Entreteniéndose con los chismes del presidente de cabello anaranjado y otras historias de su invención, cuya contundente finalidad en medio de su situación era hacer el tiempo más corto y el sufrimiento menor.
Hace un año era improbable la salida de Trump y su vocación de tarambana, pero hemos aprendido a través de la historia, que el azar es parte inexorable de la vida, mañana este presidente se va y con su salida hay una esperanza intangible para estas personas y para que nuestra ciudad vuelva a la normalidad.
El tiempo hablará.