Morena.

Hay verdades sobre las que no basta convencer, sino además es preciso hacerlas sentir. Montesquieu.

Querido y dilecto lector, te comparto que fui invitado como analista político al evento de los candidatos electos de Morena con la ciudadanía de Matamoros al que asistieron quienes nos representaran en el senado, Américo Villarreal y Lupita Covarrubias, así como quienes nos representaran en la cámara de diputados, Adriana Lozano por el cuarto distrito y Silvestre Reséndez Muñoz, suplente de Héctor Joel Villegas González por el tercer distrito con cabecera en Rio Bravo; y encabezando este evento el presidente municipal electo Mario López Hernández.

Pero tú, lector, me complazco en creer que no me pides noticias. Hay otros que te informaran mejor que yo de lo que sucedió en este evento de gratitud política de los ganadores. Las muchedumbres humanas siempre son atractivas para mí y de esta forma, paso a describirte lo que a mi leal saber y entender pulse en este evento.

Debo decir que a veces mi curiosidad raya en la extravagancia. Asistí con el morbo anticipado de la comparación de los rituales de Morena con los anteriores partidos en el poder en nuestra ciudad, PRI y PAN. Debo reconocer que al parecer la puntualidad será una característica de los nuevos inquilinos en el palacio municipal de la sexta. La cita era a la 5:00 PM y poco antes de esa hora el presidente electo Mario López ya estaba en las escaleras previo a subir al escenario. Le alcanzo Adriana Lozano, el representante de El Calabazo y el senador electo Américo Villarreal. En el templete solo cinco sillas, no más. Las correspondientes a los candidatos ganadores. Lupita Covarrubias llegó poco más tarde con la sincera excusa de que un líquido había caído por accidente en su ropa y había tenido que ir a cambiarse. La simpleza de su razón le permitió ganarse una ovación de un público diferente al que hemos estado acostumbrados en este tipo de eventos. Con candidatos ganadores que disfrutaban de las simpatías de sus seguidores que confían en ellos de forma casi pueril.

Es asombroso como el subconsciente nos lleva unos centímetros o unos segundos adelante en la logística de estos eventos, y en función de eso, cómo una y otra vez yo sentía una especie de contrariedad por las diferencias en el formato y la liturgia. No hubo grandes tlatoanis. No hubo protagonismos excesivos, ni si quiera lo que podemos llamar besa manos de los ganadores.

La gente llegó 30 o 40 minutos antes de la hora indicada, la cual inició casi puntual; el primero en hablar con una oratoria de muy pocas palabras fue el suplente por el tercer distrito Silvestre Reséndez, su participación fue al grano en su expresión de gratitud, no duro más de dos minutos. Después intervino Adriana Lozano, con un vestido de una sola pieza que le brindaba frescura y con una voz más sonora que su antecesor y quizá un poco más dueña del escenario, era obvio, estaba en su distrito, aterrizó en la audiencia su gratitud y con una intervención de menos de diez minutos concluyó su participación.

Siguió en la programación el senador electo Américo Villarreal, quien con su estilo pausado y una voz suave, salieron de su boca palabras que me pareció que enardecieron los ánimos de los oyentes cuando sacó a colación el cierre apoteósico del triunfo de su senaduría, el detalle poco usual de los votos en Mante a favor del otro candidato y el resultado que los electores de Matamoros lograron a su favor.

Para entonces la senadora electa Lupita Covarrubias ya había llegado al estrado y también agradeció al público presente. En la participación de la aludida hubo un detalle que acentuó una diferencia o podemos decir presagio de los nuevos tiempos. Cuando en su discurso ella enfatizó que, como ganadores y futuros funcionarios no iban a fallar, una mujer de la audiencia levantó la mano e intercambio palabras con la oradora oficial en ese momento; palabras que desde mi perspectiva fueron ilegibles pero que, después supe, se referían precisamente a una petición encarecida por parte de los asistentes que de forma espontánea pedían a sus nuevos futuros gobernantes cumplir a cabalidad.

El último en tomar el micrófono fue precisamente el alcalde electo Mario López, quien me pareció en ese momento libre de toda vanidad del ganador chocante. Dejo muy en claro que entablará buenas relaciones con el gobernador. Aludió a sus orígenes y a su preparación para llegar a donde el voto ciudadano lo ha llevado. Un triunfo para recordarlo y paladearlo pues, muy orondo, recordó que en Matamoros Morena había ganado todo y que eso tenía una excelente implicación en beneficio de nuestra ciudad, poniéndonos desde ya como un referente nacional, mostrando por su ciudad natal el tibio y recalentador apego al rinconcito en que se nació y en el que se vive en nido propio. Estaremos espectantes.

El tiempo hablará.

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