La moral es un árbol que da moras. Gonzalo N. Santos.
Así respondía el ex general revolucionario Gonzalo N. Santos cuando alguien le reclamaba la falta de ética en sus actos. El exmilitar, ex gobernador y ex cacique, fallecido en 1978, fue considerado por el escritor Carlos Monsiváis como «el casi eterno cacique de San Luis Potosí», estado que gobernó entre 1943 y 1949, y quien hizo de la cruda violencia y asesinatos sus únicos aliados y mejores consejeros.
Mi querido y dilecto lector, esta vacación de verano que disfruté con mis adorados hijos, puedo compartir contigo ciertas intimidades familiares. Te comento que mi casa estuvo suspendida en un alboroto constante, envuelta en el grato fulgor del ocio. Me he llegado a sentir el más desordenado de los padres, sin remedio alguno, seguramente lo soy, eso ni la poesía lo cura. Durante la anhelada e irremediable estancia de mis citados hijos las conversaciones nocturnas eran la constante y se prolongaban sin rigor ni concierto hasta la madrugada, nos convertimos por vocación en noctámbulos que parloteaban con el afecto, cariño y certeza del que se sabe amado y siempre aceptado; por otro lado la hora de la comida nunca fue antes de las cinco y había varios turnos para el desayuno. Mi cabeza tuvo que regular el etnocentrismo frente a mis hijos, entendiendo como tal aquella forma de pensar que hace de la cultura y la forma propia de ver la vida el criterio exclusivo para interpretar y valorar la cultura y los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. En este caso tuve que aplicar la tolerancia para que la vacación con mis hijos fuera verdaderamente placentera y no se convirtiera en una escuela militar.
Pues con todo este generoso tiempo que pude compartir con mis hijos, en el cual me bastaba una mirada para ver su destino, un futuro que parece lejano pero no lo es tanto; casi que encontré el hilo negro de la vida, e inventé el agua tibia. Tuve la oportunidad de ir a contemplar el amanecer en la playa, mis hijos al ver el horizonte me preguntaron qué había del otro lado del mar, y yo les conteste: “El Mundo”. Espero que la respuesta sea una resonancia en sus vidas que les aporte sueños que los hagan crecer.
Pues del dialogo con ellos me fui de rebote a estudiar el pomposamente conocido como iter criminis, es decir el camino del delito. Este concepto que para mí resulto novedoso, perdón por mi abundante ignorancia, jamás la he negado; siempre he afirmado a los cuatro vientos que es más lo que no sé, que lo que se.
Cabe decir que de este concepto novedoso para mí, iter criminis, camino del delito resultó una medida muy esplendida para el diagnóstico conductual de mis hijos; cada quien su prole, con respecto a su mucha o poca proclividad hacia la corrupción, o el delito mismo para ser más explícito. Según esta teoría el delito no llega de la nada. Familiarizarse con la corrupción no es algo que simplemente se asoma a nuestra existencia. Todo esto manda señales antes de arribar a nuestras vidas como acciones o hechos irremediables. Iter criminis o camino del delito es un mapa que refiere al proceso de desarrollo del delito, es decir, las etapas que posee, desde el momento en que pudiera aparecer en la mente de nuestros hijos hasta el momento en que se consuma.
La teoría en cuestión menciona la Fase interna en la que pueden estar nuestros hijos ideando, deliberando y determinando algún delito; la fase intermedia alude a instigaciones y a la apología del delito, es decir es cuando nuestros hijos pueden estar admirando a quienes violan la ley o incluso expresarse mal de cualquier tipo de autoridad civil o militar establecida. Y la última fase es la externa y cuanta con dos actos, el preparatorio del delito y el ejecutor del mismo, en este nivel es cuando interviene ya la autoridad para castigar.
El punto relevante que como padres debemos entender es que el derecho penal sanciona conductas y no pensamientos. Parte sustancial de nuestra tarea como padres es dialogar con los hijos y de esos diálogos cotidianos, casuales y hasta ocasionales poder medir sus pensamientos y en cuál de las primeras fases pudieran estar ellos para poder estorbarles dicho proceso y evitar llegar al de la ejecución del delito.
Si queremos un país sin corrupción no podemos depender solo de la buena fe de AMLO; es un lastre que se aborda en lo más íntimo de la familia para desde ese punto poder atajarlo y evitar que se haga costumbre aquella legendaria frase tan dañina que a la letra dice: “El que no transa, no avanza”. El iter criminis es una herramienta que, bien aplicada nos puede ser de enorme utilidad en la siembra de valores en nuestro hogar y que la moral sea algo más que un árbol de frutas.
El tiempo hablará.