Si, Castel, dijo, es casi increíble. Pero creo que es la peste. Dr. Bernard Rieux. “La Peste” de Albert Camus.
Si analizamos la historia de las epidemias, podremos entender que mucho de lo que ocasionan en el inconsciente colectivo es precisamente negación, incertidumbre y sorpresa. Hoy jugaré entre la ficción de la novela “La Peste” de Albert Camus y la realidad de todos nosotros en medio de esta vivencia tan imprevisible para todos.
Es evidente que esta novela trasciende su marco temporal y geográfico, adquiriendo sorprendentemente el rango de metáfora universal y sus reflexiones, increíblemente, resultan particularmente esclarecedoras en estos días. Te invito sesudo lector, al leerme, a que encuentres dónde está la ficción y dónde la realidad.
Las plagas son una cosa común pero se cree difícilmente en las plagas hasta que no nos caen en la cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras. Y aun así, las pestes y las guerras nos agarran a todo el mundo desprevenido.
Podemos decir que España e Italia estuvieron desprevenidos, como eventualmente lo pudimos estar nosotros, y es así como hemos de comprender las indecisiones de ellos y de nosotros. Con el devenir del tiempo esas indecisiones nos habrán de parecer una soberana tontería y la tontería insiste siempre, nos daríamos cuenta si no estuviésemos siempre pensando en nosotros.
Españoles, italianos y mexicanos, en este tema éramos como todo el mundo, pensábamos en nosotros mismos, dicho de otra manera, éramos humanistas: no creíamos en las plagas. Las plagas no están hechas a la medida del hombre, se dice pues que las plagas son irreales, que es una pesadilla que pasará. Pero no siempre pasan, y de pesadilla en pesadilla, son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado sus precauciones.
Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todo aún era posible para ellos, lo que presuponía que las plagas eran imposibles.
Continuaban haciendo negocios, preparaban viajes y tenían opiniones. ¿Cómo habrían de pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones? Se creían libres y nadie será nunca libre mientras haya plagas.
Incluso ahora, con el Covid 19, después de las cifras citadas, de las inmisericordes estadísticas que en tiempo real nos proporciona el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, presidente de la Organización Mundial de la Salud, de muertos, de contagiados y de peligro de contagio, a muchos de nosotros el peligro nos sigue pareciendo irreal.
En plena cuarentena declarada, mirando cada uno su ciudad por la ventana, que no ha cambiado, apenas nace en cada uno de nosotros ese ligero asco ante el porvenir que se llama inquietud.
Querido y dilecto lector, hoy cada uno de nosotros intentamos recordar en nuestra mente lo que podemos saber de epidemias o pandemias. Las cifras flotan en nuestra memoria y nos recordamos que la treintena de grandes pestes que ha conocido la historia había ocasionado cerca de cien millones de muertos. Pero como seres humanos que somos, frente a la pandemia, no hay cifra que valga si los muertos son un simple “montón anónimo”.
El último dato emitido del Covid 19 a nivel mundial al momento de escribir la presente columna es de 216,601 casos confirmados, 123,217 infectados, 84,505 recuperados y 8,879 muertos. Pero como nadie conoce 8,879 caras, muchos de nosotros seguimos sin tomarnos en serio la presente pandemia.
En esta numeralia, México aporta 93 casos confirmados, de esos Tamaulipas abona 2. La pregunta que flota en el aire es: ¿Acaso tendremos que tener muy de cerca las cifras macabras para guardarnos en casa y mantener la distancia social como el caso amerita?
Creo que como bien dicen por ahí, las dificultades se harán más llevaderas si estamos convencidos de ser parte de una tarea colectiva que nos beneficia absolutamente a todos.
Es importante mencionar que en este contexto, tanto el alcalde Mario López como el gobernador Cabeza de Vaca están haciendo su tarea, independientemente de sus colores partidistas. En medio de esta espiral dramática de pandemia son y parecen la autoridad que demanda la circunstancia.
De un lado de nuestra existencia, el fresco cielo de la primavera, y del otro lado la palabra que comienza a resonar estrepitosa en nuestras casas en todos los medios: Coronavirus.
Reunidos obligadamente en casa tratemos de reinventarnos si nuestra soberbia nos lo permite; y en medio de esta adversidad, permítaseme el pleonasmo, mundialmente colectiva, seamos plenos en esta dualidad, si es posible ser a la vez feliz y triste; pues si entendemos la historia sabremos que estarán las noches y los días llenos, por doquier y siempre, del interminable grito de la raza humana.
El tiempo hablará.