Mis sueños son dos: mi primer sueño es jugar en el mundial y el segundo es salir campeón. Maradona.
Cuando muere alguien que influyó enormemente en tantas vidas del planeta debemos asumir que, esa persona o personaje, después de pasar los umbrales de la muerte se habrá convertido en leyenda. Y esa argumentación se refuerza cuando después de muerto fluyen las versiones buenas y malas que a todos nos conforman.
Honorato de Balzac afirmaba, con esa sabiduría y conocimiento que tenía de los espacios más recónditos de la vida que la naturaleza humana es altamente impredecible y cambiante. Kafka lo ratifica con las metamorfosis a las que estamos expuestos a lo largo de nuestra corta existencia.
Diego Armando Maradona, nació el 30 de octubre de 1960 en un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. A ese espacio territorial se le conocía como El Barrio de Fiorito, lugar donde nuestro personaje tuvo la oportunidad de hacer sus primeras gambetas a la pobreza que lo recibió después de su nacimiento. Fue el quinto hijo de ocho del matrimonio conformado por Don Diego Maradona, un obrero y Dalma Salvadora Franco, ama de casa.
Desde el punto de vista material, la vida de Diego comienza en la pobreza y termina en la gloria. Desde el punto de vista existencial podemos hacer nuestras las palabras de Jorge Valdano: “El personaje se comió a la persona”. Cabe mencionar que Valdano fue otro gran jugador de futbol quien tuvo la oportunidad de compartir con Maradona la euforia y la adrenalina que el drama del fútbol inyecta sin reserva a quienes son adictos a este deporte, particularmente los argentinos que lo viven como una más de sus religiones.
La vida de Diego Armando es digna de analizar a pesar de sus flaquezas. Más bien, gracias a sus debilidades es que debemos poner lupa al ir y venir de este gran jugador.
Me gusta más enfocarme a sus inicios, pues hay más lección de vida por la resiliencia con que afrontó la pobreza; a la cual superó sin estudios pero con la única herramienta que las clases bajas de Argentina pueden hacerlo, el fútbol.
Maradona no escapó a la manía que tenemos los seres humanos de poner sobrenombre a las personas. Y en ese tenor tuvo varios apodos a lo largo de su vida. “El Pelusa”, “Diegol”, “El Cebollita”, “D10S” o “Barrilete Cósmico”.
Francisco Cornejo es una persona a quien la vida colocó en la fascinante oportunidad de descubrir al Pelusa. Dueño de una sabiduría de vida y un conocimiento futbolístico prácticamente absoluto que solo se puede ostentar en un contexto de pasión futbolera tan arraigado en Argentina, con mayor énfasis en Buenos Aires.
Dentro de los azares de la vida, a sus ocho años Maradona tenía un amigo que era un genio para el balón en el equipo de fútbol conocido como Las Cebollitas. Su apelativo era Goyo Carizo, un jugador, para el momento y para su entrenador Francisco Cornejo, catalogado como genial. Este amiguito tuvo mucho que ver con la llegada de Diego al equipo.
Un día Goyo le dijo a su entrenador Cornejo: “Tengo un amigo del barrio que juega mejor que yo, ¿Cree que lo pueda traer?” El entrenador pensó en su interior que era un intento más por traer al mejor amigo para estar más tiempo cerca, pues ya había experimentado con otros jugadores la misma petición. Pensó que sería un chasco más. Y que llega Diego.
Imagino como novelista las palabras que afloraban en la mente de Cornejo, quedó gratamente impactado y estupefacto por el talento desbordado que para el fútbol transpiraba aquel niño, un poema y una extensión del balón, Por la cautivadora forma de jugar era un prodigio de precisión, de tal forma que desde esa primera vez que lo vio jugar Francisco Cornejo no tuvo el menor de los empachos para decir: “Dieguito es de otro planeta”. En cada una de las jugadas brillaba como una ciudad mítica salpicada de diamantes, que así lo eran cada una de las jugadas en las que intervenía.
Ese niño Diego le pareció prodigioso, y solo en esa entonces pudo registrar que era una joven que irradiaba seguridad, sin asomo de vanidad o de arribismo, y más bien introvertido pero excepcionalmente eficiente y efectivo cuando se ponía frente al glorioso balón de fútbol.
Inmediatamente ingresó al equipo “Las Cebollitas” y gracias a la intervención de Diego Armando quedo el registro desde entonces inalcanzable en esa liga de 136 partidos invictos. Fue ahí donde inicio la frenética vida futbolística de “D10S”.
Querido y dilecto lector, muchos cambios vinieron a la vida de Maradona. Es la historia densamente cargada de experiencias de un héroe contemporáneo de los ochentas y noventas en la vida nacional argentina. El hambre de triunfo lo llevo a la gloria y el peso de la gloria lo hundió. Ahí hay enseñanza. QEPD.
El tiempo hablará.