Nada es menos espectacular que una plaga y, por su duración misma, las grandes desgracias son monótonas. Albert Camus. La Peste.
Todas las historias se ven diferente cuando más que narradores de un evento abstracto, nos convertimos en protagonistas de primera línea de un suceso bastante cercano y que se pretende transmitir a la audiencia que está expectante para conocer a detalle nuestro relato.
Hasta antes del domingo pasado había permanecido ajeno a las estadísticas del Coronavirus. Los más de diez millones de casos confirmados en todo el planeta eran para mi algo ajeno, etéreo, abstracto y lejano.
Por cuestiones familiares nos vimos obligados a realizar una costosa prueba de Covid 19, virus que hasta entonces había permanecido fuera de nuestra logística familiar; y el intruso incomodo finalmente entró en la rutina inmediata de nuestra casa.
La prueba se hizo con la certeza de que saldría negativa ya que nadie presentaba ningún síntoma evidente. Repito, la prueba es costosa pero también es incomoda muy cercana a ser dolorosa. Hay que pagar 3,480 pesos por lo que los laboratoristas llaman una prueba naso faríngea, en teoría la más segura de todas en cuanto a la certeza del resultado arrojado.
En un principio el laboratorio nos ofreció que los resultados estarían en tres días; supongo yo que por lo congestionado del tráfico sanitario propio de una epidemia convertida en pandemia, esos tres días se hicieron cuatro. La prueba se hizo el martes pero por razones técnicas se tuvo que volver a hacer el miércoles.
El cuarto día para nosotros era el domingo por la tarde después de comer. Suena el celular y del otro lado del auricular una voz femenina con tono de burócrata habituada a dar resultados positivos y negativos en forma indistinta. Me llamo la atención lo prolongado para dar el resultado. Hubiera querido me lo dijera en frio, tal cual.
Parecía que atendía varios casos a la vez pues al momento de yo contestar y esperar el resultado me dice que espere porque estaba atendiendo otro caso. Multifactorial o debo decir mil usos. Entre que ubique que la llamada era del laboratorio y que me dieran el resultado puedo decir que me pareció un tiempo entre la edad media y el renacimiento.
La voz fue fríamente burocrática: “Su familiar salió positivo”. La señorita no le puso afecto y calidez a la noticia, ese no es su trabajo. Su trabajo es dar diagnósticos todos los días de un virus que ataca también todos los días. Me llamo la atención que mi esencia monstruosamente pragmática por un momento se convirtió en dramáticamente sensible. Pero fue solo un lapsus. Después de todo estamos aprendiendo cómo somos los seres humanos en las pandemias.
Esta autocrática metamorfosis sanitaria de un corto episodio de la existencia terrenal de mi familia se inicia ya de modo característico en el hecho fundacional y digamos que inalterable, para formar parte de una estadística que hasta antes del domingo solo les sucedía a otros. Pienso que en realidad no es tan malo a pesar de lo estigmatizado que a veces están los casos positivos.
Frente a esta pandemia es inevitable que uno se ponga a filosofar y ciertamente estan el bien y el mal y generalmente se explica con facilidad lo que les separa. Pero en el interior del mal, empezaba la dificultad. Bajo esta óptica hay, por ejemplo, el mal aparentemente necesario y el mal aparentemente inútil. Es necesario vivir esta adversidad para ser más sensible. Es inútil caer en pánico.
Querido y dilecto lector, a medida que los días pasan, empezamos a sospechar que esta desgracia realmente no tiene el fin rápido que esperábamos, y por la misma razón, el fin del covid 19 se ha convertido en el objetivo de todas nuestras esperanzas inmediatas.
En México prácticamente estamos en el acmé de la curva con 27,121 muertos y 220,657 contagiados hasta el momento de escribir la presente columna y la verdad es que las opiniones de los especialistas han estado algo contradictorias en este tema.
Algo que no debemos olvidar es que la historia de las epidemias conlleva resurgimientos imprevistos que van en contra de algunos discursos oficiales cargados de buenos deseos para que lo malo termine.
Cabe reconocer la postura de la administración del presidente de Matamoros, Mario López al dar un mensaje con los más cercanos de sus colaboradores en esta pandemia, todos con cubre bocas, tratando de dar el ejemplo con el impacto visual que las imágenes proyectan. Esperemos que la comunidad no rechace las precauciones mencionadas, el orden inteligente que un gobierno introduce en el desorden de una epidemia.
Finalmente, entendamos que por desgracia, en este mundo hostil en que vivimos, tiene el agresivo covid 19 la execrable costumbre de elevar el coronavirus a la cresta de su ola pandémica y ponerse en contra de los seres humanos que somos nosotros.
El tiempo hablará.