No hay quien se resista a la cumbia. Celso Piña. (QEPD)
Celso Piña Arvizu, fue el punto de coincidencia entre el cerro de la campana en Monterrey y Barranquilla en Colombia. Siempre me ha parecido que el acordeón es un instrumento fascinante y cautivador. Y este instrumento fue por medio del cual ascendió a la cúspide profesional de la música.
Su historia es estimulante y motivadora, independientemente que haya a quien no le guste este género musical. Antes de ser el músico legendario que fue, dicho por él, se dedicaba a la instalación de cortinas, alfombras y duelas. A los 17 años, en 1970, le inicio la comezón por la música. En un principio la gente de Monterrey no lo entendía ni quería escucharlo. Su estilo les parecía estridente.
Eso lo llevó a sostener una filosofía de vida en la que aconsejaba para todos aquellos que inician algo primero hacerlo con desparpajo, tenerse fe a sí mismos, tener un referente de éxito y preguntarse a uno mismo: “Si aquel puede, ¿por qué yo no?” Afirmaba que se dejan de hacer muchas cosas que pueden tener un rotundo éxito por miedo al fracaso o al qué dirán.
Y este personaje surgido del cerro de la Campana, uno de los barrios más populares y pobres de Monterrey, logró a través de la mezcla de sonidos tropicales y varios tipos de géneros populares, conocer el mundo entero. Fue conocido con el mote de «El rebelde del acordeón» y como el «Cacique de la Campana».
Un hombre a quien la música lo mantuvo siempre ocupado, acorde con su manera de ver la vida pues afirmaba a los cuatro vientos que valía más desgastarse que oxidarse.
En forma por demás admirable llevó a cabo sus giras de cumbia con un toque de finura internacional pocas veces visto, particularmente en este género. Con una mercadotecnia publicitaria muy ambiciosa con nombres como: “La Cumbia por el mundo” y de ahí sus derivados, “La Cumbia por Europa”, “La Cumbia por Sudamérica”, etc.
Un hombre que tuvo un éxito incuestionable por la más sencilla y trillada de las razones: le gustaba lo que hacía. Tenía claro que si le imponían algo que no le gustaba, aun y que le pagaran muy bien, no estaría a gusto. Y tocaba el acordeón más, que para hacer los millones que hizo, para deleitarse tocándolo, pues muchas veces dijo que lo haría aunque no le pagaran.
La primera vez que lo invitaron a Colombia fue con miedo. ¿A que ir a donde está la crema y nata de la cumbia y el ballenato? Con todo y sus miedos fue con una idea muy loca en su cabeza. Aquí hago una digresión para mis sesudos lectores. ¿Qué sería de este mundo sin las ideas locas de los atrevidos y audaces como Celso Piña? Que se salen de la cuadratura de lo establecido y se convierten en innovadores admirados.
Celso llego a Colombia con la idea de enriquecer la cumbia y el ballenato. Una osada idea tan fuera de orden como querer ir a darle una receta de chicles nueva al Sr. Adams. Se atrevió a dejar de seguir la moda en la cumbia y tuvo la capacidad de crear algo nuevo. Estableció de esta forma su sello característico El éxito de su atrevimiento fue arrasador.
Le gustaba iniciar sus conciertos con “La Cumbia Sampuesana” de Joaquín Betin, de la cual decía era la madre de todas las cumbias y con la que puso a bailar en una ocasión al nobel escritor colombiano Gabriel García Márquez, ni más, ni menos.
Querido y dilecto lector, no soy chovinista, pero disfruto mucho el éxito de un mexicano en el extranjero. Más cuando el éxito es de quien claramente se desarrolló en la cultura del esfuerzo. Este es el caso de Celso Piña, por eso me gusta ver sus videos en Youtube tocando en Europa y la forma como la gente se le entrega al escuchar sus ritmos tan contagiosos y que, como bien decía él, invariablemente la cumbia nos atrapa, al menos la de este distinguido regiomontano que puede presumir haber cautivado a personajes de la talla de Carlos Monsiváis y el ya mencionado Gabo.
Pues bien, el día de ayer, Dios, en el cuaderno de las vigencias encontró su nombre y con un infarto le puso fin a los días de este hombre enamorado de la vida y de la música. Asomarnos a su biografía puede hacernos ver que adoptar una idea con pasión y vehemencia puede hacernos experimentar una metamorfosis muy favorable y muy aportativa para la comunidad en la que nos desempeñamos.
Que en Matamoros y en todo Tamaulipas se difunda este ejemplo. No hay destinos irrevocablemente trágicos, ni hay nada escrito. Todos los horizontes por muy obscuros que parezcan se pueden evitar. Descanse en paz Celso Piña.
El tiempo hablará.