Nada hay nuevo debajo del sol. Eclesiastés 1:9
Querido y dilecto lector, te presento un segundo extracto del libro “El General Bernardo Reyes” de Vic Niemeyer para que conozcas cómo enfrentó el tapatío regiomontano la pandemia en su época. Las comparaciones con el presente serán inevitables. Comencemos.
Las medidas más enérgicas de Bernardo Reyes en el área sanitaria fueron las que tomó cuando hubo una epidemia de fiebre amarilla en el año de 1898. En su doble papel de gobernador y presidente del Departamento de Salubridad estaba especialmente preocupado de que esta temible peste no llegará al estado desde Tampico. Ya en julio de 1898, se confirmaron en el puerto muertes causadas por la fiebre amarilla por parte del colector de aduanas, aunque lo negó el gobernador Guadalupe Mainero de Tamaulipas.
Bernardo Reyes inmediatamente solicitó que el ministro de Gobernación cortara el tráfico del Ferrocarril del Golfo entre Monterrey y Tampico. El ministro rehusó hacer esto, diciendo que el control de la epidemia era posible por medio de la inspección de los pasajeros, la desinfección de la carga y el aislamiento de los casos sospechosos. Sin embargo, se vio que todo esto no era tan fácil como se suponía.
A finales de julio, Reyes ordenó a los alcaldes de Nuevo León que no permitieran a los sospechosos de contagio bajar del tren en sus respectivas ciudades, ni la venta de fruta o mercancía procedentes de Tampico. La respuesta obvia era parar la extensión de la epidemia antes de que llegara a Nuevo León. Con este fin Reyes hizo arreglos con el Ferrocarril del Golfo para la desinfección de la estación de Ciudad Victoria, la capital del estado de Tamaulipas.
Aunque estaba fuera de su jurisdicción política, Reyes mostró su poder en la frontera del norte notificando enérgicamente al gobernador Guadalupe Mainero de Tamaulipas que la estación sanitaria sería construida en Nuevo León y que se haría bajo la supervisión de los doctores que él enviaría.
A pesar de todas estas precauciones, la enfermedad avanzó a lo largo del ferrocarril. Hacia septiembre había llegado a Linares y en un mes estaba en Monterrey. Del 22 de octubre al 4 de diciembre, cuando murió la última persona en la ciudad, 280 murieron o se sospechó que habían muerto por la epidemia.
Una investigación oficial mostró que la epidemia no se había originado en Monterrey y que el punto focal de la infección era la estación del ferrocarril, donde terminaba la línea de Tampico.
Armado con la clara evidencia de que la enfermedad había entrado a Nuevo León a lo largo del ferrocarril, Reyes de nuevo pidió al ministro de Gobernación el 16 de abril de 1899, que se suspendiera el pasaje y el tráfico de carga en el Ferrocarril del Golfo en el caso de que la fiebre amarilla apareciera de nuevo en Tampico.
Sin embargo, otra vez la respuesta fue que no sería «conveniente» hacerlo, pero que se tomarían todas las medidas necesarias para reprimir la epidemia y prevenir su extensión. Afortunadamente, la fiebre amarilla no apareció en Tampico el año siguiente.
Un resultado importante de la epidemia de peste amarilla del año 1898 fue la reorganización del Departamento de Salubridad del Estado. A medida que la epidemia progresaba, los médicos del Departamento la habían combatido dentro de sus deberes profesionales, pero se vieron obligados a cesar frecuentemente en sus actividades para dedicar tiempo a su práctica privada, pues sus servicios como miembros del Departamento no eran remunerados. Reyes, interesado en la efectividad del Departamento, propuso a la Legislatura el 6 de marzo de 1899, que se pagara a los miembros por los servicios que prestaran. La Legislatura aprobó el 24 de marzo una nueva Ley de Consejo de Salubridad que estipulaba la creación de un consejo de ocho miembros nombrados por el gobernador, y los vacantes que ocurrieran después serían llenadas por los mismos miembros, y cada miembro recibiría un salario de sesenta pesos al mes. Las obligaciones del Consejo eran proponer medidas tendientes a mejorar las condiciones de salud en el estado y recomendar los pasos que debía dar el gobierno para combatir las epidemias. Además, el Consejo tenía poder para multar a los que violaran las leyes sanitarias. El proyecto de ley fue firmado por Reyes el 4 de abril de 1899.
Sin embargo, las estadísticas muestran que Nuevo León nunca fue un lugar verdaderamente saludable para vivir durante la administración de Reyes y que las 280 muertes causadas por la fiebre amarilla en 1898 fueron nada más una gota comparada con todas las muertes causadas por las enfermedades endémicas. En un período de diez años (1892-1902) la información sobre la mortalidad indica que murieron de malaria 36,943 personas, 3,825 de tuberculosis, 3,224 de viruela, y 452 de fiebre tifoidea. Solamente una gran cantidad de nacimientos compensó la mortalidad producida por estas epidemias e hizo posible que la población aumentara en un 30% en este tiempo. Hasta ahí la cita.
El tiempo hablará.