Calumnia, que algo queda. Francis Bacon.
En el horizonte hay actitudes feroces. Eso queda claro con el ataque en redes sociales que vivió la comunidad de Matamoros el martes pasado. Permítaseme la hiperbólica expresión después de que alguien, que algunos compañeros periodistas tenemos ubicado, dejo su característica huella.
Quien está detrás de esta psicosis es indudablemente un ser humano de astucia y equilibrio, un bribón de género templado. Esta especie es la peor, porque tiene mucho de hipócrita y además le sabe, bien que le sabe, a eso de la caja china.
Se le llama “caja china” porque cuando se logra abrir, dentro de ella hay otra caja más pequeña, dentro de la cual hay una más, y así sucesivamente, construyendo una cortina de humo. En literatura es un recurso que consiste en introducir un relato dentro de otro, pero haciendo una analogía con el periodismo, que es lo que nos ocupa, cada caja vendría a ser una nota que llama más la atención que la anterior y despierta la curiosidad por seguir hasta el fin. Un escándalo tapa a otro y cuando se desvanece se genera uno nuevo que mantiene el interés hasta lograr el objetivo de quien inició toda esta parafernalia. Esto tiene que ver con el anhelo de poder.
Esa soledad del barrio donde se han cometido tantas agresiones a la ley es obvio que tiene algo de horrible. Con este mensaje recibido desde las redes sociales el transeúnte de Matamoros creía presentir lazos tendidos en la oscuridad y todas las formas confusas de la sombra parecían sospechosas e incluso la paranoia fue tanta que hasta los baches de toda la vida parecían sepulturas abiertas. Bajo la actual efervescencia de psicosis en la mente de los ciudadanos, de día el conjunto pinta feo; a la caída de la tarde, es lúgubre; y de noche no puede ser menos de siniestro.
La psicosis es una especia de tisis para nosotros en Matamoros; detiene la vida; de un golpe despuebla sin más ni más. Nos encierra y claustración es lo mismo que castración. La sicosis ha sido el azote en los últimos años en Europa. A este mal añádase la coacción ejercida frecuentemente sobre las conciencias por medio de las redes sociales que nos llevan con suma facilidad a las bocas parlantes sin verificar sus fuentes, a los cerebros tapiados y sobre todo a tantas desgraciadas inteligencias encerradas en las tumbas de los votos eternos y que disfrutan este triste habito del entierro de las almas vivas.
A todo esto sumemos los suplicios individuales que son reales y nos quedaremos temblando. La psicosis es una suma de casos reales cotidianos con exageraciones acrecentadas en las redes sociales, este miedo inducido en la comunidad matamorense se parece a la obstinación del perfume rancio que quisiera ser parte inherente de nuestro aroma demográfico, a la pretensión del pescado podrido que quiere ocupar un buen lugar en nuestra mesa; a la ternura de los cadáveres que volvieran para abrazar a los vivos. Nada de esto se nos apetece. Y el autor intelectual se proyecta como amante de Matamoros.
Pensar en la prolongación indefinida de la sicosis es reamueblar las supersticiones y dar alimento al fanatismo. La pregunta obligada es: ¿Quién está detrás de esta campaña de sicosis? Alguien con devoción fingida por Matamoros; Larva que quiere vivir tenazmente y tiene uñas [JC1] [JC2] y dientes en su sombra, de quienes es preciso ubicar sus intenciones para destruirlo antes que él destruya a nuestra ciudad para después quedarse con los despojos.
Una de las fatalidades de la humanidad, que hoy nos toca en nuestra comunidad es vivir condenados a la lucha eterna con fantasmas, pues resulta sumamente difícil coger a la sombra por el cuello y derribarla.
Definitivamente hay una inseguridad que nos persigue de mucho tiempo atrás contra la que hay que luchar con suma inteligencia; pero es muy importante saber distinguir. En este tipo de lucha, el carácter propio de lo conveniente consiste en no ser nunca extremado. Y quien ha lanzado esta sicosis sabe el daño que propicia en lo extremo de la medida tomada en la sombra del anonimato. ¿Qué necesidad tiene de exagerar?
Querido y dilecto lector, en ese tenor es obvio que hay cosas que deben destruirse; y hay otras que solo deben ser iluminadas y examinadas, pues el examen benévolo y grave es una fuerza inmensa para todos nosotros. Como ciudadanos matamorenses no permitamos que se acerque la llama a donde solo hace faltas la luz.
Aceptar íntegramente los mensajes de un cobarde sin nombre y sin rostro en las redes sociales es lo mismo que someter a Matamoros a la inmovilidad de un pantano que es la sicosis. A nadie nos conviene. Su putrescivilidad es evidente; su estancación es malsana, su fermentación enferma a la ciudadanía y la marchita. No queremos ese destino como algo inexorable para nosotros.
El tiempo hablará.