La crónica es una narrativa histórica que presenta los hechos tratando de seguir un orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se origina del griego kronika biblios, o sea, escritos que siguen el orden del tiempo, según el término griego chronos que significa tiempo.
Esto nos lleva al planteamiento filosófico obligado: Cuando algo está escrito, ¿esto lo hace cierto? A un cronista le toca medir y narrar el pulso y la respiración natural de la vida diaria y no gobernar olvidos donde solamente él es rey y conoce a detalle hechos que para muchos pudieran ser remotos, lejanos y a veces ajenos a la vida de quienes debían conocerla.
Como todos los seres humanos el cronista debe tener siempre la virtud de la duda frente a las narrativas históricas de los hechos contados y quizá ver esa historia con una melancolía sin alivio para llegar hasta los confines ignotos de los hechos que han conformado la esencia de nuestra ciudad.
Dice la filóloga Irene Vallejo que la etimología griega de la palabra Historia es “Indagar”. Indaguemos pues donde haya que hacerlo para conocer detalles de por qué somos en el presente como somos. Todo tiene una razón de ser; es probable que haya momentos de la historia que no sean del todo agradables, pero mientras más certero sea nuestro diagnóstico en función de los elementos indagados más precisa será la crónica.
Hay que describir una cantidad infinita de momentos que nos definen lo que es Matamoros, con ello estaremos creando y definiendo universos, pues las ciudades son seres vivos que nacen, crecen, se multiplican y, a veces, se extinguen, solo que Matamoros ha logrado sobrevivir gracias a su fascinante capacidad de adaptación, que sería como decir la de esos seres de carne y hueso que la hemos habitado en distintas épocas.
En esta inagotable apreciación, veo a nuestra ciudad como si fuera un individuo o, más bien, una colonia de abejas o termitas, Matamoros se empeña en recordar ciertos episodios, tanto aquellos que ligaríamos con la gran historia, que incluye a los grandes personajes, como la pequeña o diminuta, dicho con todo respeto, que son las esquinas, los sabores, los sonidos, los colores, al tiempo que se desentiende de otros muchos. Por ejemplo, en el mercado Treviño Zapata o en el restaurante Garcia’s, en la cotidiana investigación resultan tan significativos los silencios como los ruidos, en busca de una identidad que se revela típica de Matamoros.
Por otro lado, están el significado de los monumentos; los objetos duran más que la gente y representan ideas importantes: Historia, identidad y belleza. Nuestra ciudad requiere tradición, pero la tradición necesita tiempo, todo esto requiere un comienzo, aun las cosas más encumbradas tuvieron su primer día.
Querido y dilecto lector, es fascinante el hilo conductor o el árbol genealógico que nos conduce desde el origen más remoto de nuestra ciudad hasta nuestros días, de tal forma que procuremos hacer de la crónica todo un performance para seducir a la mayor cantidad de personas que habitan nuestra ciudad a conocerla y enamorarse de ella, cuidando de no jibarizar los eventos más trascendentales de nuestra historia ni darles una importancia que no tienen a otros, entendiendo que la historia nos lleva por los caminos de los majestuosos recuerdos que si los olvidamos quedarían como los escombros de la grandeza.
Poniendo mucho cuidado para que la veracidad no se tergiverse, pero entendiendo que de un mismo hecho histórico puede haber varias versiones, según la perspectiva y el sesgo de quien nos la cuenta. Como cronista asume uno que la historia debe revelar la verdad, pero hemos crecido acostumbrados a la gran división que hay entre lo que la gente cree y lo que sabemos que es verdad. Nos guste o no, habrá ocasiones en nos debemos conformar con lo que sea una historia creíble, pues no siempre se puede dar una explicación detallada de los hechos.
El reto está dado y es definitivo que tiene su gracia describir los hechos históricos relevantes y las multitudes que se involucran en ellos.
El tiempo hablará.