Lo que nos hiere o daña no es lo que nos sucede, sino nuestra respuesta a lo que nos sucede. Stephen Covey.
Es altamente sorprendente el avance de la tecnología; y más cuando la observas bajo la óptica de la experiencia personal; el pasado fin de semana tuve un accidente y me lastimé la mano izquierda, razón por la cual tuve que buscar las alternativas para conformar la presente columna.
Estoy verdaderamente asombrado pues el presente artículo más que escribirlo tecla por tecla, lo estoy dictando, obligado por las circunstancias que mi torpeza me llevo al accidentarme en mi bicicleta y lastimarme las falanges y metacarpos de mis invaluables manos.
Algo que pudiera ser rutinario para un millennial, para mí representa algo verdaderamente sorprendente y útil, pues esto que estoy haciendo en este momento es para mí todo un hallazgo existencial.
El sistema de dictado que tiene “Word”, bajo mis actuales circunstancias es una maravilla que para las actuales generaciones es parte inherente de su vida y me lleva a la obligada pregunta, si lo valoran tanto como yo en este momento o simplemente lo dan como algo obligadamente parte de su vida como los amaneceres, atardeceres y muchas cosas más que adornan nuestras vidas.
Debo decirte apreciado lector que estoy como un niño con juguete nuevo, pues estoy aprendiendo que cualquier cosa que diga delante del micrófono de mi computadora será escrito para ti en la columna, de tal forma que mis pensamientos deben quedar estrictamente como pensamientos y no palabras mencionadas pues de lo contrario serán plasmadas en el escrito.
Puedes considerar que este mero hecho puede ser una situación irrelevante pero es consecuencia de la nueva situación que se vino por la pandemia que nos invita a innovar, a buscar nuevos caminos, a no tener miedo a encontrar nuevos derroteros, al ejercicio de poder utilizar nuevas alternativas para desempeñarnos satisfactoriamente en nuestras vidas.
Siempre he dicho que los hábitos de alguna forma nos esclavizan, de tal forma que cuando estamos obligados a cambiarlos se convierte en un ejercicio titánico y este hecho aparentemente tan sencillo nos incomoda sustancialmente la existencia.
Es justo en ese momento cuando entra la necesidad del cambio de paradigmas para poder encontrar el camino correcto que nos lleve al punto óptimo dónde queremos llegar. Ya hemos dicho que el paradigma es el mapa de nuestra existencia y si no traemos con nosotros el mapa correcto, por mucho que nos esforcemos servirá de poco, será como querer desempeñarnos en la ciudad de Matamoros con un mapa de Reynosa.
Esta pandemia nos está obligando a buscar nuevas formas para desempeñarnos en nuestra vida; muchas veces he podido escuchar a personas que el solo hecho de querer buscar fórmulas innovadoras para su desempeño, les incomoda la existencia, están tan bien acomodados en su estado de confort que la más mínima posibilidad de cambio suena más bien a una blasfemia existencial.
Me sorprende sobremanera hasta donde me lleva la manquedad parcial que he sufrido; súbitamente mi mano derecha extraña las labores que coordinadamente hacía con mi mano izquierda lastimada.
Querido y dilecto lector, decía José Gaos que dos exclusivas del hombre son la mano y el tiempo. Y bajo esta hipótesis lo que el cuerpo humano tiene de exclusivo no reside en su totalidad sino que se especifica en sus partes, o al menos en algunas de ellas, pero quizá como en ninguna otra en la mano.
Todo es cuestión de asimilar que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, total o parcialmente. Esto es más contundente cuando algunas de nuestras capacidades físicas con las que estamos altamente habituados de repente, en forma súbita y fortuita, en un parpadeo existencial, en un suspiro de vida, en un segundo incrustado en nuestra eternidad, marca la triste pauta, de que ya nada es igual, como lo fue ese momento en mi vida en que mi mano siniestra, no por mala, sino por izquierdosa, fue el blanco de un tropiezo en un hermoso paraje de mi Matamoros querido.
¿Por qué te cuento esto sesudo lector? Para instigar en ti que veas, en medio de una pandemia que no sabemos cuándo se ira, que estamos pletóricos de bendiciones y no lo sabemos, hasta que lo sabemos; perdón por la perogrullada parguiana.
Tu que puedes usar todo tu cuerpo, e incluso aquellos que no pueden tener esa bendición, debemos encontrar en medio de la adversidad aquello que nos de aliento de vida y optimismo para evitar la nociva toxicidad que deambula por los aires y que solo afectará a quienes estén obstinados en contaminarse. Disfrute la enorme bendición que es tener funcionando sus dos manos. Yo con una, por el momento, soy feliz.
El tiempo hablará.