Incluso antes de iniciada la campaña, la mayoría de las encuestas daban una mayor tendencia a favor de Andrés Manuel López Obrador.
Las semanas de proselitismo en el marco de la campaña constitucional de tres largos meses sirvieron para que el tabasqueño -según los sondeos- ampliara su margen. Nadie lo movio.
Tras 18 años en campaña y dos intentos fallidos, AMLO aprendió. Aprendió a callar, aprendió a tolerar pero sobre todo aprendió a negociar partiendo de aquella premisa de que la política son acuerdos.
Tiene razón Ricardo Anaya; «Andrés Manuel negoció con el PRI», al menos eso se especula. El panista por su parte perdió su oportunidad al lanzar -desde el inicio- una campaña basada en sistemáticos ataques al PRI Gobierno y con amenazas directas al presidente Enrique Peña Nieto. Negociar no es su «fuerte».
Su arribo a la candidatura presidencial estuvo plagada de traiciones no de negociaciones ni de consensos.
No hizo nada por detener la desbandada. Dejó ir a Margarita Zavala y con ella a un grupo de connotados panistas que hoy son sus principales detractores. La muestra está con el senador Ernesto Cordero.
El resultado para Anaya en esta contienda se ve complicado y los gobernadores de su partido lo saben. Algunos de ellos ya iniciaron una batalla interna por la dirigencia del PAN y por sus millonarias prerrogativas.
Carlos Mendoza Davis de Baja California Sur, Jose Rosas Aispuro de Durango y Francisco Dominguez de Querétaro se pronunciaron desde hace un par de semanas por una refundación del Partido Acción Nacional.
Pareciera que perdieron la esperanza. El bloque ya aumentó a por lo menos media docena de gobernadores que se pronunciaron por trabajar con quien resulte electo presidente de México en la próxima elección.
Analistas nacionales ya reiteran las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador. Los sondeos difieren en el segundo lugar de preferencias pero eso es lo de menos.
El tabasqueño cerró campaña en el mismo escenario donde concluyeron campaña los dos últimos presidentes mexicanos Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, en el estadio Azteca en CD.MX.
Refrendó lo ofrecido en tres meses de proselitismo; combatir la corrupción y acabar con los privilegios de la clase política. «Nadie gozará de impunidad y eso incluye a mi familia y a mis colaboradores», advirtió en el abarrotado inmueble.
Todas, todas las encuestas coinciden en la primera posición. Por primera vez en mucho tiempo se estima que acudan a votar más del 60 por ciento de los ciudadanos enlistados en el padrón.
¿Podría Andres Manuel, si el voto le favorece, cumplirle a los mexicanos? ¿Respondería a la esperanza de cambio que mantienen millones de ciudadanos que creen en él?
La expectativa es muy alta.
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